Bitácora poético/cletera...que es lo mismo ni es igual
Journal for poetry and cycling lovers ...that is the same yet it's not equal

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Fall in Autumn - 3rd entry -

FALL IN AUTUMN
                     540 days off season

 entry 3  Getting Lost

Desorientado, caminaba por las calles cerro arriba en algún punto del vecindario de Midanbury. Caía la noche y el cansancio arrastrado por la larga caminata desde las arboledas de West End hasta donde me hallaba ya me estaba pasando la cuenta. Había salido temprano, como de costumbre, a pie desde Allington Lane para seguir la ruta junto a la vía del tren y llegar al vecindario universitario de Highfield. Tras tener la primera impresión de cómo serían los caseríos en Southampton enfilé hacia el Southampton Common y me maravillé con sus verdes senderos, la ruta de los amantes y sus lagunas. Luego vendría Shirley, The Poligon y el sector del puerto; me habría dado una vuelta por los antiguos muros y edificaciones aún en pie a pesar de su estado dispuestos en torno al Queen´s Park para terminar llegando al muelle desde donde partirían los ferry hacia la Isla de Wight. La desembocadura de los ríos Itchen y Test son los que dan forma al estuario en el cual Southampton se emplaza, y son los grandes puentes de Northam e Itchen los que logran comunicar los barrios de Ocean Village y Chapel con Woolston e Itchen al otro lado de la desembocadura. Había caminado hasta la entrada del anguloso puente sin atreverme a explorar hacia el otro lado. Decidí dirigirme hacia el siguiente puente, más al norte, pasando por los antiguos caseríos de Northam cerca del estadio del club local. Ahí, acumulada ordenadamente en los muelles estaba la basura que no había visto en ningún otro sitio en la ciudad. Esperando probablemente ser embarcada lejos de la vista de quienes la habían cotidianamente generado. Al otro lado del río, ya en Bitterne, comencé a dar vueltas guiándome más por intuición que por certera orientación. Sabía que tenía que dirigirme hacia el norte, cerca del banco este del río Itchen, ahí donde éste se volvía pequeño y cruzable a pie; mis días previos ya me habían mostrado que Allington Lane crecía ahí justo donde el río se volvía un estero. Pregunté en varios comercios locales sin éxito. Me hizo gracia que, casi como una regla, allá en Chile siempre surgía alguien para preguntarme por orientación aun cuando yo no fuera del lugar. Como si tuviera cara de guía turístico o de cierta certeza de por dónde transito. Incluso el primer día llegado a Southampton, justo afuera del aeropuerto ya había sido requerido para dar cierta asistencia. Como fuere, y como suele ser, no hubo nadie que me ayudase a encontrar la ruta de vuelta a Allington Lane. Eran las 8pm y la temperatura, a pesar de estable, amenazaba con ir disminuyendo progresivamente. Mi intuición me decía que debía andar cerca. Lo comprobaría al día siguiente cuando ya de día decidiera tomar el camino de retorno desde West End hacia Woolston, pasando por Thornhill, Itchen y Midanbury, donde descubriría que la noche anterior había estado a tan sólo una cuadra de recuperar el camino. Perderme me hizo notar cuan disímiles podían ser los vecindarios uno de otro. Si bien cada sector repetía el patrón de estar flanqueado por verdes áreas, mantener una escala arquitectónica similar y una predilección casi monótona por el uso del ladrillo en sus construcciones, así como contar con un centro suburbano con lo necesario para que la comunidad no se concentrara en el centro de la ciudad como ocurre en Santiago, las sutilezas sociales se enmarcaban en la forma de hablar, en la ropa, en el gesto. Era menos probable encontrar a un grupo de gente compartiendo en plena calle en los sectores más ricos que en los más pobres, donde las comunidades abiertamente extranjeras podían hallarse discutiendo en torno a algún emporio de Fish & Chips o Kebabs. Tras pasar Woolston y cruzar desde el otro extremo el puente que el día anterior no me había atrevido a cruzar me encontré de golpe con el centro cívico de la ciudad. Ahí estaban las iglesias de St. Michael´s, St. Mary´s, Holy Rood y la puerta histórica conocida como Bargate. Ahí estaban el Hospital General, el Ayuntamiento, los Malls, cafeterías, restaurantes, comercios y la multitud de rostros de distintos colores, lenguas y procedencias que habíamos venido a Southampton para quedarnos de un semestre a un año. Ahí estaban Watts Park, East Park, Palmerston Park, Houndwell Park y Hoglands Park, todos conectados como un gran cuerpo arbóreo en el medio de la ciudad, desde donde partían las rutas que me llevarían al populoso vecindario de Portswood lleno de tiendas y casas de estudiantes, para luego llegar a Swaythling desde donde retomaría mis pasos hacia West End tal y como lo había hecho la noche anterior, cuando finalmente había logrado alcanzar la estrechez del río Itchen y el camino a Primrose Cottage. Eran las 9:30 de la noche y mis piernas, acalambradas, con dificultad finalmente avanzaban por Allington Lane. Había sido un día largo, perdiéndose para encontrarse. 




Itchen Bridge – Southampton

Fotografía/Photo por/by David Lethei

sábado, 24 de septiembre de 2016

Fall in Autumn - 2nd entry -

FALL IN AUTUMN
                     540 days off season


entry 2 - Across the Fields

La mirada,  curiosamente incisiva, me  amenazaba por entre el follaje. Sin darme cuenta, de pronto me vi rodeado por una treintena de ojos atentos a cualquiera de mis movimientos. Luego de treinta minutos de caminar entre bosques y senderos desconocidos, había alcanzado por fin el centro del Itchen Valley Country Park, y me disponía a cruzar a campo traviesa entre las vacas que a esa hora cansinamente pastaban.  Los días posteriores repetirían la dosis, haciéndome notar que la maravilla de esos caminos escondidos y arbóreos túneles  no era en Southampton la excepción sino la regla. Ya fuere siguiendo el curso de algún tímido arroyo o internándose entre el follaje, uno siempre terminaba en algún lugar nuevo, la cima de una colina, un prado inexplorado, una salida imprevista. Ahí estaban los Common, parques públicos que podían abarcar kilómetros o unas cuantas cuadras, insertos en medio de las comunidades o interconectando las mismas a través de extensas líneas de follaje entre villa y villa. En Eastleigh y West End, con los cientos de kilómetros de verde espesura, o en Midanbury, Shirley y Highfield, con sus parques cuidadosamente dispuestos y abiertos para ciclistas, peatones y ardillas, no había rincón en Southampton donde al caminar, con la curiosidad de un niño y la orientación de un soldado entrenado, pudiere uno no encontrar alguna calzada guardando alguna sorpresa al final. Erguidos por cientos de años o por décadas, miles de árboles dibujaban formas curiosas al caer la lluvia sobre sus verdes hojas, y escoltaban silentes las pisadas de los viajeros caminantes como yo y dispuestos a seguir los designios del cielo. Al igual que por las noches en Primrose Rose, mientras las chicas ofrecían sus lenguas se escuchaban castañeos, murmullos y pequeñas correrías por entre los arbustos; asimismo cada caminata era una invitación para escucharse rodeado por multitud de escurridizas criaturas entre carboneros, ardillas, petirrojos y urracas de penacho negro, todas las cuales acostumbradas a la presencia humana solían pasearse ante mis pasos como esperando algo de comida. Evidentemente ninguna de ellas podía siquiera intuir que mi presupuesto para comida era más bien escaso, y que andaba recorriendo los campos haciendo uso del combustible acumulado los meses anteriores al viaje. Probablemente recibirían alimento habitualmente, o quizás no lo harían nunca y simplemente sobrevivirían de la misma silvestre manera en que los bosques atiborraban cada espacio sin construir. De hecho, a juzgar por cuan limpios hallé cada sendero, se me ocurrió que o no muchos andantes se internaban por esas rutas, o que simplemente los locales eran tan limpios y ordenados como lucían en apariencia tanto ellos como sus hogares. Muy extraño se me haría hallar siquiera algún rastro de presencia humana en cada una de esas rutas pensadas para y por amantes de la Naturaleza. La brisa entre las hojas, el murmullo del viento, la claridad de las tardes y la cubierta gris de las mañanas me acompañaría en cada una de mis expediciones campo adentro, o entre los pasajes urbanos que me recordaron Valparaíso pero sin la mugre que la gente suele acumular en las esquinas. Prístinas lagunas y estanques nutrían cada uno de las leñosas veredas, algunas de ellas pequeñas y reposadas ramificaciones del poderoso río Itchen que unos kilómetros más abajo partiría la ciudad en dos. Caminé con desconfianza tratando de rodear el rebaño y esperando que ninguna res se me viniera encima guiada por el miedo a ser atacada. El cielo estaba particularmente despejado y me quedaban muchos senderos aún por descubrir y recorrer. Volvería por otros que había dejado a medias como por aquellos que me hallaron demasiado cansado. Caminaría por el verde Southampton irrigando las arterias del urbano, conviviendo juntos en una simbiosis por mí sólo imaginada, pero nunca experimentada en carne propia. 




Itchen Valley Country Park  – Eastleigh

Fotografía/Photo por/by David Lethei

jueves, 22 de septiembre de 2016

Fall in Autumn - 1st entry -

FALL IN AUTUMN
                     540 days off season


entry 1 - Landing


                      La chica movía desesperadamente las caderas como si follara con una bestia. Luego de mucho repasar canales, me encontré con una sección pensada para adultos en la que con sólo cambiar de estación uno podía lubricar las fantasías con rubias, morenas, latinas, etc. Me había acostado cansado; luego de viajar 13 horas de Santiago a París, pasar 5 horas en el Charles de Gaulle oliendo perfumes en el Duty free, tomar el vuelo a Southampton y luego un taxi hasta el cuarto apenas reservado unas horas antes en Primrose Cottage, finalmente había logrado quitarme de encima los 19 kilos de mochila que llevaba a cuestas además del bolso con el computador y el porta cámara. La cabaña era acogedora. Rodeada por amplios jardines y añosos árboles me recordó el hogar que había dejado casi 12 mil kilómetros atrás. A pesar del acarreo de bultos, el vuelo había estado ameno en compañía de Génesis con quien en repetidas ocasiones durante el viaje había tenido oportunidad de bromear y compartir la vista. Habiéndome tocado ventana tuve opción de disfrutar el atardecer sobre las montañas y apreciar como sus picos se alzaban más allá de las nubes y la soledad de la pampa argentina. Había visto caer la noche sobre el Atlántico; las tormentas eléctricas tronaban en el horizonte oscuro a medida que nos internábamos en la pulcritud de la noche. La luna estaba llena. Aún desprendía algo de su fulgor cuando el amanecer nos encontró sobrevolando el cielo parisino; eran las 8 de la mañana del lunes 19 de Septiembre. Y mientras en Chile probablemente aún seguirían festejando las fiestas nacionales, la fresca brisa matutina desperezaba mis poros a medida que deambulaba por los amplios pasillos del aeropuerto. Toda la turbulencia que no viví en dicho vuelo la viviría en el segundo. En apenas una hora el pequeño avión logró cruzarnos desde Europa a la Gran Bretaña y revivir los temores a volar que las películas de acción se han esmerado en producirnos. Temores que, una vez en tierra, se disolverían poco a poco a medida que éramos recibidos por la primera llovizna en tierras anglosajonas. Los arbustos y flores, vívidos regalaban sus colores a través de las ventanas de la pequeña cabaña. El agua reposando en las hojas, la claridad en los brotes y la fragilidad del silencio. Al costado de un largo y serpenteante camino flanqueado por vetustos árboles, arbustos y caserones sirviendo de hostales, se hallaba la cabaña en la cual luego de tomar una improvisada once consistente en un sándwich y un jugo de mango, me hallaría disfrutando de un ansiado descanso y tratando de encontrar algo en la televisión británica que no fueran programas de concursos ni series de los 70. La chica, rubia, delgada y de grandes pechos se recostaba sobre una mesa y le hablaba a la cámara, en el afán de seducir al espectador insomne y solitario. Abría su boca, jadeaba, separaba sus nalgas haciendo la pantomima de que estabas ahí, gozando con ella. No era así, claramente. Cada chica en la galería instaba al espectador a atreverse a llamarla, concretar el contacto, previo pago por tarjeta de crédito más regalías. Me dormí esperando que algo más ocurriera, separando los dedos de los pies a ver si así lograba me dolieran menos. No ocurriría ninguna de las dos.




 Flying over Paris – París

Fotografía/Photo por/by David Lethei

sábado, 17 de septiembre de 2016

Lullaby, por/by David Lethei

LULLABY

Lay, on your grave
sharing days, and creations
made by the winds of oblivion
in the thresholds

rest, restless dream
you’ve become the word silence
as, when you feel
liquid falls in the darkness

dwell,
those once laughter
little steps
towards mom

swear,
that you’ll come
to collect us
from this mourn.

Rain, down your face
drawing smiles where there’s none
you, newish seed from the root
you were last born;
of my kin, dive in peace
my poor child
lullaby,

lullaby.


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poema incluido en / poem included in "Thresholds" (poemario-poems)
ver / watch video 

sábado, 3 de septiembre de 2016

Thresholds




THRESHOLDS
David Lethei

Poemario escrito casi completamente en inglés; incluye 34 obras inéditas e ilustraciones de /
Poetry book written almost entirely in English; it includes 34 unpublished poems and illustrations by
Azahar al azar, Romina Angélica David Lethei


Ediciones Orlando
2016