FALL IN AUTUMN
540 days off season
entry 2 - Across the Fields
La mirada, curiosamente incisiva, me amenazaba por entre el follaje. Sin darme
cuenta, de pronto me vi rodeado por una treintena de ojos atentos a cualquiera
de mis movimientos. Luego de treinta minutos de caminar entre bosques y
senderos desconocidos, había alcanzado por fin el centro del Itchen Valley
Country Park, y me disponía a cruzar a campo traviesa entre las vacas que a esa
hora cansinamente pastaban. Los días posteriores
repetirían la dosis, haciéndome notar que la maravilla de esos caminos
escondidos y arbóreos túneles no era en
Southampton la excepción sino la regla. Ya fuere siguiendo el curso de algún
tímido arroyo o internándose entre el follaje, uno siempre terminaba en algún
lugar nuevo, la cima de una colina, un prado inexplorado, una salida
imprevista. Ahí estaban los Common,
parques públicos que podían abarcar kilómetros o unas cuantas cuadras, insertos
en medio de las comunidades o interconectando las mismas a través de extensas
líneas de follaje entre villa y villa. En Eastleigh y West End, con los cientos
de kilómetros de verde espesura, o en Midanbury, Shirley y Highfield, con sus
parques cuidadosamente dispuestos y abiertos para ciclistas, peatones y
ardillas, no había rincón en Southampton donde al caminar, con la curiosidad de
un niño y la orientación de un soldado entrenado, pudiere uno no encontrar
alguna calzada guardando alguna sorpresa al final. Erguidos por cientos de años
o por décadas, miles de árboles dibujaban formas curiosas al caer la lluvia
sobre sus verdes hojas, y escoltaban silentes las pisadas de los viajeros
caminantes como yo y dispuestos a seguir los designios del cielo. Al igual que
por las noches en Primrose Rose, mientras las chicas ofrecían sus lenguas se
escuchaban castañeos, murmullos y pequeñas correrías por entre los arbustos; asimismo
cada caminata era una invitación para escucharse rodeado por multitud de escurridizas
criaturas entre carboneros, ardillas, petirrojos y urracas de penacho negro,
todas las cuales acostumbradas a la presencia humana solían pasearse ante mis
pasos como esperando algo de comida. Evidentemente ninguna de ellas podía
siquiera intuir que mi presupuesto para comida era más bien escaso, y que
andaba recorriendo los campos haciendo uso del combustible acumulado los meses
anteriores al viaje. Probablemente recibirían alimento habitualmente, o quizás
no lo harían nunca y simplemente sobrevivirían de la misma silvestre manera en
que los bosques atiborraban cada espacio sin construir. De hecho, a juzgar por
cuan limpios hallé cada sendero, se me ocurrió que o no muchos andantes se
internaban por esas rutas, o que simplemente los locales eran tan limpios y
ordenados como lucían en apariencia tanto ellos como sus hogares. Muy extraño
se me haría hallar siquiera algún rastro de presencia humana en cada una de
esas rutas pensadas para y por amantes de la Naturaleza. La brisa entre las
hojas, el murmullo del viento, la claridad de las tardes y la cubierta gris de
las mañanas me acompañaría en cada una de mis expediciones campo adentro, o
entre los pasajes urbanos que me recordaron Valparaíso pero sin la mugre que la
gente suele acumular en las esquinas. Prístinas lagunas y estanques nutrían cada
uno de las leñosas veredas, algunas de ellas pequeñas y reposadas
ramificaciones del poderoso río Itchen que unos kilómetros más abajo partiría
la ciudad en dos. Caminé con desconfianza tratando de rodear el rebaño y
esperando que ninguna res se me viniera encima guiada por el miedo a ser
atacada. El cielo estaba particularmente despejado y me quedaban muchos
senderos aún por descubrir y recorrer. Volvería por otros que había dejado a
medias como por aquellos que me hallaron demasiado cansado. Caminaría por el
verde Southampton irrigando las arterias del urbano, conviviendo juntos en una
simbiosis por mí sólo imaginada, pero nunca experimentada en carne propia.
Itchen Valley Country Park – Eastleigh
Fotografía/Photo por/by David Lethei
No hay comentarios:
Publicar un comentario