Bitácora poético/cletera...que es lo mismo ni es igual
Journal for poetry and cycling lovers ...that is the same yet it's not equal

martes, 20 de junio de 2017

Fall in Autumn - 33rd entry and last -

FALL IN AUTUMN
                     540 days off season


entry 33  Home

               Hablar del hogar puede ser referir al lugar de origen, al domicilio más habitual e incluso, a una tierra prometida por los ancestros. Hablar del hogar puede implicar también ese dominio tangible e intangible que llamamos nuestro, un espacio físico o emocional donde residen nuestros miedos, alegrías y esperanzas, una habitación de luz y de sombra donde los claroscuros son más habituales de lo que uno esperaría. El hogar. Tras más de un año en este viaje, 540 días de frío otoñal, bruma y sólo esporádicos momentos de calor vernal, regresar a este momento en la memoria se vuelve un acto poético poderoso en sí mismo, cierre y principio de un ciclo inolvidable. Volver a caminar las calles de la Chimba con las suelas aún olorosas a las aceras romanas; volver a pedalear Tupahue abajo con las orejas aún resonando con las canciones de Bari; volver, sobre mis pasos, a recorrer la Alameda con los Campos Eliseos aún en las pupilas. Comparar, si bien una actividad inoficiosa, se vuelve entonces natural. ¿Cómo no cuestionarse la falta de áreas verdes en esta urbe comprimida entre montañas? ¿Cómo no recriminar la falta de planificación urbana de sus autoridades, la falta de probidad de sus habitantes, la desagradable costumbre de endiosar al individuo, de exaltar la choreza, y reproducir inequidades? El hogar. Un espacio que percibimos antiguo, familiar, cotidiano y que a la larga termina por no tener nombre, ni bandera, ni lengua específica; un conjunto de calles, rostros, prácticas que sirven de telón para grabar en ellos nuestros futuros recuerdos. Southampton fue mi hogar. Asimismo lo fue Bari, Berlín, Belfast y París, y entre esas y muchas otras no nombradas residieron mis ideas, mis andares, emociones e incluso mis más inolvidables caricias. Pues así como estando allá extrañaba a los de acá, extrañaba estas miradas conocidas, estos tactos, estos actos cotidianos; extrañaba el caminar, por Recoleta, por Bustamante, entre mis plantas, la marraqueta y el pastel del choclo; estando acá lo que se extraña está en inglés, o en alemán, o en italiano y habla de pasta, de albahaca y queso. El hogar se torna entonces un camino, una experiencia en movimiento, un beso pendiente. Hoy llueve en Santiago de Chile y un puñado de nombres repica en las ventanas. Y son nombres extranjeros, de medio oriente o de las Highlands, de China y Gales, Rusia y la costa mediterránea. Son nombres que acarrean consigo rostros, luminosos y vívidos, y que despiertan instantes precisos y preciosos en la memoria de la piel.  El hogar. Mi hogar. Tras dibujarlo en las paredes, evocarlo en las canciones, dolerlo en los pies, llego a la conclusión de que mi hogar siempre estuvo donde estaban los que amaba, por cientos de miles de kilómetros de distancia que hubiere entre nosotros, mi hogar tenía una residencia específica en estas tierras sudamericanas. Hoy, sin embargo, mi hogar es muchísimo más amplio.  Hoy mi hogar también ha quedado allá, en las blancas empedradas del sur de Italia, junto a La Rambla, bajo las montañas de Snowdonia. Hoy mi hogar habla en chino mientras termina sus años de estudio en Inglaterra, viaja entre München y Hamburg musitando en alemán, y ve los amaneceres junto al mar mientras escucha los roncos estertores de los barcos en Liverpool, Portsmouth o Calais. Hoy mi hogar sigue estando dentro mío, pero camina con muchos. Hablando de lo de allá y lo de acá, versando en muchas lenguas y saboreándose los labios y las pupilas en aromas nuevos y conocidos. Hoy llueve en Santiago, en Southampton, en su ventana, en la mía; el día se va cayendo por este lado del mundo, y lo que nos une, y nos desune, esto que fuimos, y que somos, es un deseo agridulce de volver a ser. De volver a caminar, a respirar, de reiniciar el viaje con todo lo ya sabido, de hacerse un hogar nuevo y saborear esos besos ya conocidos, otra vez, como si fuera la primera vez.     




Autumn in Santiago – Santiago de Chile

Fotografía/Photo por/by David Lethei

lunes, 5 de junio de 2017

Fall in Autumn - 32nd entry -

FALL IN AUTUMN
                     540 days off season


entry 32  Song to say goodbye

               Elizabeth Fraser musita las notas de “Another Day” mientras afuera, tras las altas ventanas del salón de clases, las lluvias de Mayo arrecian con fuerza remeciendo los tejados del añoso colegio. Miro, a ratos, a los perros chapoteando en las aceras mientras en los patios del colegio los de Quinto gritan sus nombres a la lluvia. La pila de pruebas se acumula sobre el escritorio recordándome que aún va quedando pega pendiente, sin embargo, yo tengo ganas de irme lejos, de correr hasta otras brumas, las oscuras y húmedas brumas que enverdecen los campos del sur de Inglaterra. Allá donde mientras pedaleaba por Hampshire escuchaba las músicas nuevas de “Rhye” y de “Cigarettes after sex”, pensando en cuan decididamente más fríos eran los otoños, y qué decir los inviernos, en dichas tierras tan septentrionales. “The Smiths” para las calles de Manchester y “U2” para las de Belfast, y mientras tanto se colaba “Dead can dance” para capear los extensos viajes entre Londres y Edimburgo, era “Sting” y “Simply Red” los que ayudaban camino a  Bangor.  Y si ya el ponerle tanto oído a la música en inglés terminaba por agotar a mi cerebro, bien recibidos eran los cantantes italianos de los 70 los cuales amenizarían el periplo por tierras tanas entre Venezia y Bari. Voces francesas y alemanas servirían de aliciente cuando tocaba continuar la travesía, mientras que un sinfín de voces chilenas y argentinas serviría de remanso para cuando evocar el hogar. Hay canciones que te transportan, es sabido, no sólo a lugares sino también a momentos, a segundos, a sabores y tactos. Llovía en Southampton y tras la ventana se perdía mi mirada mientras escuchaba los versos de “Holden” y los arpegios de “Enya”, y evocaba besos dejados en casa y caminatas aún por venir. Porque a veces la intuición también ayuda y con un tanto de imaginación se puede, gracias a una que otra canción, hasta percibir sensaciones aún en ciernes. Como cuando caminando por el Itchen Bridge, en un despejado y frío día de Enero, los acordes de Lennon me llevarían a este instante indefinido y sin embargo patente  junto a esta ventana a ningún lugar, en un colegio sin nombre y corrigiendo pruebas de alumnos desconocidos en algún día de este otoño venido a invierno a miles de kilómetros de ahí. Y es que la música tiene aquello de hacer de los recuerdos, buenos y malos, una memoria sonora, un extracto poético cantado o musitado por el viento. Tanto que por las noches, eran los susurros de “Sade” los que me hacían anticipar noches más rojas y menos solitarias, recordando entre besos más presentes besos más antiguos. Hoy, mientras apunto la última nota en el libro de clases me detengo a pensar en esa vieja idea de hacer un compilado de la propia existencia, como si eso pudiera siquiera ser posible. ¿Cómo compilar, cómo hacer un único listado de canciones que pueda en forma alguna evidenciar no sólo los sabores de esos labios italianos y esas sonrisas teutonas, no sólo las caminatas por Escocia y el asombro parisino, no sólo el ir y venir de un viaje inolvidable? ¿Cómo hacer patente en un único disco, vinilo, cassette o listado MP3 el tropel de melodías que ha acompañado nuestras vidas hasta el hoy, cómo siquiera compilar lo venidero? La música tiene algo indescriptible que nos habla, directamente, sin mayor intermediario y aún sin que lo deseemos, y sin embargo su significancia acarrea ese sino que acarreamos todos: la canción, como este viaje y como el viaje de la vida misma eventualmente se termina, y no queda más que quedarse musitando, entre fotografías, de todo lo que fue de lo que reír y llorar, de todo lo por contar y compartir esperando perdure en la canción de otros, y por supuesto de todo aquello que indefectiblemente nos acompañará a la tumba, porque la canción de uno a la larga, sólo la puede cantar uno. 



Last day at Alma Road – Southampton

Fotografía/Photo por/by David Lethei