Bitácora poético/cletera...que es lo mismo ni es igual
Journal for poetry and cycling lovers ...that is the same yet it's not equal

miércoles, 12 de abril de 2017

Fall in Autumn - 27th entry -

FALL IN AUTUMN
                     540 days off season


entry 27  Tasting Italy

               El tren Intercity entre Santa Lucía y Bologna dejó Venezia alrededor de las 8 de la tarde. Luego de un último paseo en vaporetto por el Gran Canal, me vi apostado en los cómodos asientos del convoy express con miras a alcanzar el tren nocturno que me llevaría hasta Bari, donde las coloridas casas comunes en Venezia serían reemplazadas por la pulcritud de las líneas rectas, la piedra blanca como material fundamental y la soleada vista al Adriático y su hereda balcánica. Antes de deslumbrarme con sus callejones, debí encontrar un lugar entre los camarotes del tren, provistos con seis asientos con reposeras en el entendido de que los viajantes no harían en ellos sino dormir. Unas amplias caderas italianas se situaron ante mí tratando de acomodar las largas piernas que le seguían entre las mías, que recogidas, trataban de no abusar de algún roce incómodo. Con la calidez acostumbrada en tierras tanas, la muchacha me sonrió mientras el resto de los ocupantes se saludaba como si se conociere de toda la vida dando rienda suelta a la lengua vernácula hasta bien entrada la noche. A medida que nos adentrábamos en tierras meridionales, los ocupantes fueron descendiendo uno a uno, estación a estación, hasta vernos a solas con mi compañera de vagón y con la negrura profunda tras las ventanas.
Las calles de Bari, olorosas a comida casera, a plática cotidiana y a modorra, no son un espectáculo digno de ser apreciado por algún sendo monumento o famosísimo edificio en ruinas. Muy por el contrario, las calles de la sureña ciudad italiana son de lo más corrientes que podría esperarse, con un sector histórico atiborrado de blancas y sobrias iglesias dispuestas entre un laberíntico ir y venir de pasajes adornados con pequeños altares a algún santo; y otro sector más bien anclado en una arquitectura setentera y con escasos atributos extraordinarios. Sin embargo, es precisamente en el corazón de la Puglia donde puede hallarse ese sabor a Italia que los anuncios turísticos no alcanzan a describir ni a vislumbrar siquiera. Hospedado por italianos, pude a ratos sentirme parte de esa gente no tan distinta a aquella dejada al otro lado del Atlántico. Apasionada, cálida y atenta, la familia italiana te recibe y te alimenta, ríe contigo y discute con el mismo ahínco con el que defenderían sus más sagradas convicciones, aunque sólo estén hablando de fútbol o de cómo preparar bien la pasta. Porque en Italia se come bien, sin duda. Luego del antipasto que no es otra cosa que una entrada, bienvenido sea el primo que de usual es pasta con algo más, en mi caso los garbanzos más exquisitos que he probado en mi vida. Como si no fuera suficiente luego hay que hacer espacio al secondo, que bien puede ser carne con alguna ensalada o con queso mozzarella, para finalmente dar cabida al dolce que enhorabuena puede ser alguna fruta de temporada o il gelato. Los famosos helados italianos se disfrutan mejor en compañía de locales, caminando por el bulevar bosquejado por Mussolini entre el Castello Svevo y la Caserma Bergia, o en la Piazza Mercantile donde alguna vez los condenados de la región encontraran la muerte apedreados por la multitud. Una región tumultuosa sin duda. Las Perlas de la Puglia que incluyen el famosísimo Castel del Monte, las pintorescas viviendas tipo tipis de Alberobello, Bari por supuesto así como la deslumbrante topografía de Polignano a Mare; se han caracterizado por ser cuna, así como en la Sicilia,  de cruentos linajes familiares donde la tal llamada mafia no es ya un mero producto cinematográfico. Aún a pesar de este estigma, la Puglia respira autenticidad y un delicioso aire a familiaridad que en tierras más angloparlantes no deja de ser una rara excepción. Ya fuere en los Pumos, caseros adornos que invitan a la prosperidad a quienes los poseen; en el hecho de que ya a eso de la 1 las mujeres abandonan las bandejas en las que preparan a vista y paciencia del transeúnte las pastas con la mano desnuda, un abandono justificado por cierto en la sagrada hora de almuerzo en la cual los comedores y cocinas se atiborran de voces, risas y sabores y las calles se quedan vacías; o en la poesía que abunda en los blancos peldaños en los caseríos de Polignano, donde las edificaciones sobre la roca desnuda deslumbran por sobre los acantilados y las aguas lucen un azul sin precedente; el sur de Italia se sirve sobre la mesa generoso y genuino, sabroso a aceite de oliva, especias y otras savias, y donde sentirse como en casa no es una esperanza sino más bien un hecho.
El nocturno tren me dejó en Bari Centrale a eso de las 6 de la mañana. Despuntando el alba, descendí del vagón con un apetito voraz y con ganas de más. Tendría dos días para entregarme a lo que la región de la Puglia tuviere para ofrecer y para comprobar si esto de la calidez italiana era una invención publicitaria o el mero producto de un viaje nocturno en la intimidad de un camarote de tren. Después, vendría un largo viaje en bus hasta la Ciudad Eterna hasta donde llegaría sólo acompañado de mis memorias o prendido a la boca de una belleza italiana. Eso aún estaba por verse pues me tocaba esperar dos horas por una promesa incierta y una mirada esquiva. A las 9am ella llegó con ambas.



Lunchtime – Bari
The Adriatic at Polignano – Polignano a Mare


Fotografía/Photo por/by David Lethei

No hay comentarios:

Publicar un comentario