FALL IN AUTUMN
540 days off season
entry 30 – Going North
Atravesar
Francia, en tren de alta velocidad, yendo desde las costas mediterráneas hasta el Gare de Lyon en París era una idea
instalada en mí desde mis primeros años de adolescencia. Una idea romántica sin
duda, y cara como pocas. Sin embargo, la aventura que representaba viajar como
en las películas, como en aquella cautivadora cinta sobre aquella pareja que se
conoce en un tren mientras atraviesan la campiña francesa, y que luego pasan
una noche juntos, caminando, conociéndose, disfrutando las horas antes del
amanecer; me había sonado desde siempre una experiencia memorable, algo que
había que vivir considerando que mi ruta me llevaba de vuelta hasta Londres,
donde el frío del norte me haría extrañar la calidez mediterránea. Y si ya me
había maravillado atravesando los Alpes de norte a sur siguiendo la sinuosa
ruta entre las montañas a bordo del económico Flixbus, el recorrido de vuelta
no se quedaría atrás en cuanto a su vitrina de verdes lomares interrumpidos
sólo por la cadena montañosa incipiente allá en el horizonte. Y esto es porque
las vías del ferrocarril, tras pasar por Figueres-Vilapant, Perpignan,
Narbonne, Montpellier, Nimes, Valence y, por supuesto, tras haber surcado la
costa sur de la gran nación gala, ahí donde el Mediterráneo se disuelve entre manglares
y caseríos a bordemar; le regalan al pasajero la experiencia única de los
colores, olores y sabores de la campiña, la cual, a la hora del atardecer, se
desbanda en amarillos intensos, verdes generosos, montañas cobrizas, sierras
blanquecinas, y una miríada de techumbres, edificaciones en ladrillo pintado,
carreteras impecables, y sonrisas al pasar. Así, los 600 y tantos kilómetros
que separan Barcelona de París se vuelven un conjunto de postales sin igual,
imágenes que comienzan con los cálidos tonos del sur de Europa bajo un cielo
radiante, para irse constituyendo en una paleta de grises y marrones a medida
que cae la noche y la ruta enfila al norte hasta llegar a la gran urbe. París
te recibe con los brazos abiertos, como es usual, con la misma mueca agridulce
que caracteriza a sus habitantes, en general indiferentes ante viajeros y turistas.
Caminas por esas mismas calles por las que anduviste unos meses atrás, pero
ahora con mayores certezas de dónde ir y cómo llegar hasta ahí. Con tu escaso
francés te haces de unos panecillos y algo para beber, te sientas. Unos sujetos
se te acercan, te hablan, murmuran algo en un idioma que desconoces, ante tu
silencio se retiran. Comes ansioso, estás hambriento después de las 6 horas que
ha tomado el viaje desde Cataluña, miras el gran reloj dispuesto en la enorme
mole de fierro que te parece Gare de Lyon, la estación de trenes ubicada al sur
de la capital francesa. En una hora más deberás partir hacia Gallieni, a través
de la línea 3 del entramado del metro parisino, donde deberás alcanzar el
Eurolines que te llevará de vuelta a Inglaterra. Para tu sorpresa, y a
diferencia de cómo ha sido en el pasado, no cruzarás el canal sobre un ferry,
sino que el bus en el que viajarás subirá a uno de los trenes de alta velocidad
y será llevado, junto a decenas de otros buses y automóviles, a través del
Eurotúnel bajo las aguas del canal inglés. Llegarás a Londres a las 6 de la
madrugada, con el frío en los huesos recorrerás aquello que faltó las veces
anteriores, volverás a aquello a lo que te prometiste volver. Cargado de
experiencias y suvenires almorzarás en Camden Town para luego partir de la
capital inglesa con un sabor nostálgico en las papilas. Pasarás por última vez
por Winchester, a eso de las 8pm, para llegar a Southampton a las 9, ya
pensando en que en dos días más, en tan sólo dos días más, emprenderás el
regreso más largo de tu vida.
Going North – France
Fotografía/Photo
por/by David Lethei
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