FALL IN AUTUMN
540 days off season
entry 29 – Mediterranean
La
carta del Carro brillaba sobre la negra tela que cubría el altar. Corría Noviembre
del año 2006, y mi padre regresaba de una estadía en Barcelona en lo que había
sido su primer viaje fuera de Chile. Por motivos laborales había tenido
oportunidad de conocer la bella ciudad catalana, probado las tapas y otras
delicias españolas, además de tomar uno que otro baño en las aguas del
Mediterráneo. Al regreso y cargado de experiencias, pasaría horas mostrándonos
fotografías y contando anécdotas sobre todo el periplo, historias que nos
acompañarían por largo tiempo y durante muchos almuerzos, cenas, desayunos
familiares y eventos de escala mayor. Y por supuesto, cada una de sus
descripciones se grabaría en nuestra memoria emotiva de manera indeleble, en
tanto veíamos el brillo en sus ojos al hablar del Paseo de La Rambla, las
Plazas de España y Catalunya, así como del Maremagnum, el barrio Gótico y las
casas de Gaudí. Once años más tarde, sería yo quien caminase por esas mismas
calles, esos mismo barrios y reconociera esos rostros descritos tanto atrás.
Tras aterrizar desde Roma hallaría en las torres rojizas de la Plaza de España
mi primera parada. Los suelos daban cuenta de una larga lluvia ya en retirada y
los cielos, quebrados entre nubes y noche profunda, brindaban trasfondo a las
luces de dicha ciudad a orillas del Mediterráneo. Trepé a pesar del cansancio
las largas escalinatas hasta la fuente monumental y más allá, hasta el Palacio
Nacional arriba en el Montjuïc. Grité a los cuatro vientos saludando a la Barcelona
de la que había hablado mi padre, la de las películas, las fotografías y la de
los sabores que ahora tendría en bien probar. Me perdería las horas y días
siguientes por entre los adoquinados callejones, los coloridos mercados de
abasto y sintiendo, en mis pies descalzos, la textura de las arenas en la playa
de la Barceloneta más allá de la Rambla y el monumento a Colón. Me asombraría
con la Sagrada Familia y su cuerpo único proyectado por décadas de arduo y
constante trabajo, así como con la grandilocuencia del Monte Tibidabo oteando desde
las alturas a la perla catalana. Me perdería, me asombraría y muchísimo más
así, entre misterio y misterio. Como un designio antiguo, en algún punto de mi
transición a la adultez descubriría el tarot y éste, cual silencioso maestro,
se haría parte de todo lo que llamaría mío. Un mazo hecho en España, con un
antiguo diseño italiano y disponible en una tienda única en la materia en calle
Ürguell, me esperaría los once años de distancia entre uno y otro círculo. A tientas,
más bien guiado por la intuición que por razón alguna, había dispuesto una
parada en Barcelona durante mi periplo europeo, una parada que no buscaba sino
hacerme llegar donde había deseado once años antes, cuando veía en la
contraportada de un libro una dirección donde llegar en caso de un mazo ir a
buscar. La carta del Sol anunciaba un exitoso regreso a casa. Vestí mis últimas
ropas limpias disponibles y guardé aquellas que más tarde debería lavar.
Cuidadosamente, dispuse cada suvenir recogido durante el largo viaje dentro de
la bolsa que ella me había aconsejado comprar en Roma y en la cual llevaba no
sólo mis recuerdos. Salí del hostal donde había pasado las últimas dos noches y
el frío de las horas previas al alba me desperezó. Enfilé en dirección a la
Torre Agbar, por allá, tras pasar la arena taurina y la Plaza de las Glorias.
Las últimas fotos de una gran aventura darían testimonio de mis ganas de no
partir, de quedarme ahí o mejor, de volver a Roma, al sur de Italia y a sus
brazos. El tren de alta velocidad que me llevaría a través de Francia me
esperaba en la estación de Sants, en las afueras de Barcelona, como queriendo
irse antes que yo. Eran las 2 de la tarde, el sol brillaba en lo alto y en mi
retina se entremezclaban imágenes de toda la Europa recorrida; de los colores y
grises, la monumentalidad y lo leve. En mi boca por otra parte, permanecía un
único sabor mediterráneo, uno único e irrepetible. La carta de la Luna se
dejaría caer con la sutileza habitual sobre las restantes, anunciando el
advenimiento de una melancolía a esas alturas evidente. El tren partiría diez
minutos después.
Barcelona and
the Mediterranean – Barcelona
Fotografía/Photo
por/by David Lethei
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