Bitácora poético/cletera...que es lo mismo ni es igual
Journal for poetry and cycling lovers ...that is the same yet it's not equal

miércoles, 3 de mayo de 2017

Fall in Autumn - 29th entry -

FALL IN AUTUMN
                     540 days off season


entry 29  Mediterranean

               La carta del Carro brillaba sobre la negra tela que cubría el altar. Corría Noviembre del año 2006, y mi padre regresaba de una estadía en Barcelona en lo que había sido su primer viaje fuera de Chile. Por motivos laborales había tenido oportunidad de conocer la bella ciudad catalana, probado las tapas y otras delicias españolas, además de tomar uno que otro baño en las aguas del Mediterráneo. Al regreso y cargado de experiencias, pasaría horas mostrándonos fotografías y contando anécdotas sobre todo el periplo, historias que nos acompañarían por largo tiempo y durante muchos almuerzos, cenas, desayunos familiares y eventos de escala mayor. Y por supuesto, cada una de sus descripciones se grabaría en nuestra memoria emotiva de manera indeleble, en tanto veíamos el brillo en sus ojos al hablar del Paseo de La Rambla, las Plazas de España y Catalunya, así como del Maremagnum, el barrio Gótico y las casas de Gaudí. Once años más tarde, sería yo quien caminase por esas mismas calles, esos mismo barrios y reconociera esos rostros descritos tanto atrás. Tras aterrizar desde Roma hallaría en las torres rojizas de la Plaza de España mi primera parada. Los suelos daban cuenta de una larga lluvia ya en retirada y los cielos, quebrados entre nubes y noche profunda, brindaban trasfondo a las luces de dicha ciudad a orillas del Mediterráneo. Trepé a pesar del cansancio las largas escalinatas hasta la fuente monumental y más allá, hasta el Palacio Nacional arriba en el Montjuïc. Grité a los cuatro vientos saludando a la Barcelona de la que había hablado mi padre, la de las películas, las fotografías y la de los sabores que ahora tendría en bien probar. Me perdería las horas y días siguientes por entre los adoquinados callejones, los coloridos mercados de abasto y sintiendo, en mis pies descalzos, la textura de las arenas en la playa de la Barceloneta más allá de la Rambla y el monumento a Colón. Me asombraría con la Sagrada Familia y su cuerpo único proyectado por décadas de arduo y constante trabajo, así como con la grandilocuencia del Monte Tibidabo oteando desde las alturas a la perla catalana. Me perdería, me asombraría y muchísimo más así, entre misterio y misterio. Como un designio antiguo, en algún punto de mi transición a la adultez descubriría el tarot y éste, cual silencioso maestro, se haría parte de todo lo que llamaría mío. Un mazo hecho en España, con un antiguo diseño italiano y disponible en una tienda única en la materia en calle Ürguell, me esperaría los once años de distancia entre uno y otro círculo. A tientas, más bien guiado por la intuición que por razón alguna, había dispuesto una parada en Barcelona durante mi periplo europeo, una parada que no buscaba sino hacerme llegar donde había deseado once años antes, cuando veía en la contraportada de un libro una dirección donde llegar en caso de un mazo ir a buscar. La carta del Sol anunciaba un exitoso regreso a casa. Vestí mis últimas ropas limpias disponibles y guardé aquellas que más tarde debería lavar. Cuidadosamente, dispuse cada suvenir recogido durante el largo viaje dentro de la bolsa que ella me había aconsejado comprar en Roma y en la cual llevaba no sólo mis recuerdos. Salí del hostal donde había pasado las últimas dos noches y el frío de las horas previas al alba me desperezó. Enfilé en dirección a la Torre Agbar, por allá, tras pasar la arena taurina y la Plaza de las Glorias. Las últimas fotos de una gran aventura darían testimonio de mis ganas de no partir, de quedarme ahí o mejor, de volver a Roma, al sur de Italia y a sus brazos. El tren de alta velocidad que me llevaría a través de Francia me esperaba en la estación de Sants, en las afueras de Barcelona, como queriendo irse antes que yo. Eran las 2 de la tarde, el sol brillaba en lo alto y en mi retina se entremezclaban imágenes de toda la Europa recorrida; de los colores y grises, la monumentalidad y lo leve. En mi boca por otra parte, permanecía un único sabor mediterráneo, uno único e irrepetible. La carta de la Luna se dejaría caer con la sutileza habitual sobre las restantes, anunciando el advenimiento de una melancolía a esas alturas evidente. El tren partiría diez minutos después.




Barcelona and the Mediterranean – Barcelona

Fotografía/Photo por/by David Lethei

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