Hace algunos años en alguna revista
dominical sucedió que - como por casualidad - me enteré del experimento de
Pavlov. Me parecía increíble que un perro al sonido de una campana comenzara a
babear, quizás imaginando el alimento que luego vendría.
Pasado algunos años en una conversación
con mi abuelo, me contó como algunos boxeadores reaccionan haciendo fintas al
sonido de gong, quizás nos parezca risible observar una situación como esa,
pero cuando consideramos el daño que ha recibido un hombre en la práctica de un
mal llamado deporte no puedo menos que juzgar como cómplices de la destrucción
de un humano a los que apoya con goce y jolgorio la destrucción de otro.
Más recientemente me enteré que desde el
medio oriente han llegado a nuestro país un grupo de inmigrantes escapando de
los horrores del genocidio que en su país se comete. Tristeza me causó el
enterarme que cuando estos oyeron la sirena de los bomberos, que indicaba el
medio día, su reacción fue la de esconderse, temerosos de la caída de proyectiles.
Sin embargo todas estas experiencias no son nada cuando de mi propia
experiencia les relataré lo que vi en un vagón del metro.
Me dirigía a mi hogar cómodamente sentada
y tratando de pasar desapercibida mirando un punto que se alejaba en la nada
cuando, al llegar a una estación la vi. Impecablemente vestida de negro,
cuidadosamente maquillada, pero su rostro reflejaba las huellas del cansancio.
Unos zapatos de tacones altos capturaban unos pequeños pies muy blancos. La vi balanceando grácilmente todo su cuerpo
y avanzando con seguridad. Entonces, mientras escuchaba su reproductor de
música, se tomó firmemente del pasamano vertical y de pronto, al compás de su
música comenzó a contornearse como si estuviera en el mejor de los cabarets.
Hoy día me pregunto si todos de una u
otra manera seremos perritos de Pavlov, en espera del sonido de esa campanilla,
que nos va a hacer cambiar nuestro comportamiento. Me gustaría poder seguir cavilando en este
tema, quizás hasta explayarme en ello,
pero he oído el timbre del colegio y noto que mi cuerpo ya avanza rápido por el
pasillo deseoso por llegar al patio.
Una contribución de Selena Pavez Vásquez
...gracias por compartir.
Ingenioso...me gustó! El remate, perfecto.
ResponderEliminarSólo un detalle me hizo salirme un tanto de la lectura: cómodamente sentada en el Metro? Ufff!, pero claro, puede ser tardecito.