FALL IN AUTUMN
540 days off season
entry 25 – Memory
Cuando
se planteó la construcción del Museo de la Memoria y de los Derechos Humanos de
Santiago, cierto revuelo fue levantado por partidos de derecha y/o adherentes
al régimen militar impuesto en Chile entre 1973 y 1990. Estos detractores veían
con malos ojos la edificación de una entidad como la mencionada, ya que según
ellos orientaría la visión histórica solamente hacia un lado político, aquel
que llamaba al régimen dictadura y que veía en la anunciada institución a
construirse en calle Matucana junto a la añosa y popular Quinta Normal, una
forma y un lugar en el que reunir sus testimonios, registros documentales y en
sí misma la memoria de todos aquellos hechos desaparecer, torturados o
asesinados durante el régimen. En un país como Chile donde la memoria no se
preserva, donde los memoriales terminan en urinarios y donde se reducen las
horas de Historia en los colegios no es de extrañar este tipo de reacciones,
muchísimo menos la desafección de la que dan cuenta sus ciudadanos promedio,
ocupados en su quehacer diario y en la ganancia inmediata, al mismo tiempo que distanciados
de su pasado por conveniencia o excesivo pragmatismo. Frase cliché sin duda
pero no por menos verdadera, un pueblo sin memoria carece de Historia, y sin
Historia, sin pasado, no parece inaudito que se sigan cometiendo los mismos
errores una y otra vez. Muy lejos de calle Matucana, en las nevadas veredas de
la Bernauer Straße en Berlín, el Museo de la Memoria al Muro que dividiera la
ciudad por casi 40 años se levanta como un pequeño bastión entre decenas que
poblan la capital germana. Incluyendo el punto aduanero más importante entre el
lado soviético y el de los aliados, el llamado “Checkpoint Charlie” hoy visita obligada para millones
de turistas, el Muro de Berlín es aún visible de manera simbólica, a través del
arte, así como de forma tangible a lo largo y ancho de toda la ciudad. Ahí
donde los bloques de concreto aún persisten convertidos en lienzo para murales
como en la “East Side Gallery”, o como meros resabios aislados de un pasado no
tan remoto, se sigue dando cuenta de la dolorosa cicatriz que dividiría al
mundo entre dos colores, dos visiones y, más peligrosamente, dos potencias
bélicas durante cuarenta años de guerra fría. Lejos del olvido, la capital
alemana se levanta en medio de las frías planicies europeas como un enorme
Museo de la Memoria, el cual respira y vocifera sobre los primeros
asentamientos judíos en Spandau hace más de mil años, su pasado prusiano en el
Castillo de Charlottenburg, así como el renovado edificio del Reichstag hoy
coronado con una monumental cúpula de vidrio la cual permite el acceso al
público de manera gratuita. Junto a él, la Puerta de Brandenburgo sigue
recordándonos el paso de las huestes de todas las épocas desde la Columna de la
Victoria más allá del Tiergarten en su paso victorioso por la calle del 17 de
Junio, junto a la cual se disponen bélicos vestigios del pasado soviético de la
capital teutona. Un tanto más allá, siguiendo los pasos del muro, un espacio
vacío avisa sobre las instalaciones gubernamentales del Berlín Nazi, un espacio
coronado con sendos museos que cultivan la memoria e invitan a la reflexión.
Punto aparte para el monumental entramado de concreto que rememora a los judíos
asesinados de Europa; una enorme red de pasadizos dibujados por sendos bloques
de ennegrecido granito de distintos tamaños y alturas entre los cuales perderse
es fácil y sobrecogerse más fácil aún. Incluso donde no hay gris, donde es el
color el que reina Berlín invita a la memoria. Antiguos barrios judíos como el Hackesche
Höfe o añosos mercados y estaciones de tren, tranvía, U-Bahn y S-Bahn dan
cuenta en sus coloridas paredes de esa memoria que a Berlín no parece pesarle
como en el caso de la capital chilena, sino muy contrariamente, parece ayudarle
a seguir adelante desde un mejor lugar, mejor pensado e implementado. Porque
Berlín es memoria y modernidad, caminando de la mano sin aparentes
contratiempos. La visitada Postdamer Platz es muestra de ello. Ahí donde hace
25 años el muro se engrandecía y los sitios eriazos daban cuenta del paisaje,
hoy se disponen modernos edificios, concurridas tiendas y por supuesto, museos
al aire libre donde berlineses, viajeros y turistas pueden entregarse a una
pausa en medio de la vorágine cotidiana. Si recordar es vivir, recordar lo malo
o lo doloroso se torna esencial en estos tiempos actuales donde todo pareciera
apuntar al goce inmediato, a una búsqueda desesperada por evitar lo que nos
disgusta o que no queremos ver y que sin embargo es parte de la vida que hemos
escogido y de cuyas consecuencias no podemos permitirnos quedar al margen. Nos
guste o no, parecemos aprender cayéndonos. Es de esperar que luego de tantas
caídas podamos aprender no sólo de las propias sino también de las ajenas y
logremos, una vez recogida, comprendida y aceptada la Historia que nos ha hecho
lo que somos, finalmente avanzar.
Bernauer Straße – Berlin
Fotografía/Photo
por/by David Lethei
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