Bitácora poético/cletera...que es lo mismo ni es igual
Journal for poetry and cycling lovers ...that is the same yet it's not equal

sábado, 11 de marzo de 2017

Fall in Autumn - 23rd entry -

FALL IN AUTUMN
                     540 days off season


entry 23  Somewhere in Europe

               Estación Central. Avenida Matta. Patronato y Cal y Canto. Los barrios del Santiago antiguo perduran a pesar de los intentos de renovación, saneamiento y traslado que han debido enfrentar a través de los años, así como el estigma permanente de su baja ralea y aún peor seguridad y condiciones higiénicas. Basura acumulándose en los rincones, orines, perros vagos escudriñando entre improvisados puestos comerciales junto a las esquinas, los cuales, junto con entorpecer el libre tránsito de peatones y ciclistas, le dan vida y sabor a los cruces del Santiago antiguo. Lejos, hacia el oriente, la capital chilena luce otro rostro, uno limpio y ordenado donde los edificios de más moderna arquitectura se alzan al cielo pretendiendo parecerse a los rascacielos de latitudes occidentales menos periféricas, donde la globalización es un hecho real y tangible y no un mero artefacto teórico del que hablar por televisión. Ahí donde se emplaza la torre más alta de Sudamérica, donde las extensiones de verde son abundantes y el planeamiento urbano parece seguir cierta racionalidad, Santiago se pretende como un ejemplo de modernidad, una copia provinciana de ciudades de vanguardia donde se hace vista gorda a lo que respira en los distritos aledaños, donde la marginalidad es parte del paisaje junto con las sopaipillas y el mote con huesillo. Particularmente similar, Bruselas, capital de Bélgica y sede del Parlamento Europeo, se extiende como un pequeño enclave entre París y Ámsterdam, sitios de alta carga turística junto a los cuales la capital belga parece un pequeño reducto urbano, una parada intermedia, un mero lugar de paso. Diametralmente opuesta entre norte y sur, la parte meridional de la ciudad abunda en rincones mugrosos y rayados en las paredes, dispersos entre una miríada de puestos comerciales de comida extranjera y artículos de bajo costo, mientras que hacia el norte, una vez atravesado el centro histórico y siguiendo el curso del río, las líneas urbanas se tornan rectas, los pasajes desaparecen así como la basura y los grafiti, dando paso a grandes estructuras en vidrio y metal, esculturas contemporáneas, bulevares y neones. A pesar de esta abierta similitud entre las dos ciudades, la capital de Bélgica cuenta con hitos de carácter monumental de los cuales Santiago adolece. El Arco del Cinquentenario, con acceso gratuito a diferencia de su par parisino y dispuesto hacia el este de la ciudad se alza como un hermoso conjunto arquitectónico común entre las ciudades europeas, y que le da a Bruselas un carácter de magnificencia que hace inclinar la balanza entre las dispares realidades visibles entre el norte y el sur de la ciudad, hacia una apreciación de la misma a la altura de su lugar en el conjunto europeo. Igualmente, el Palais de Justice, el Palais des Expositions y el Atomium hacia el oeste de la ciudad, destacan como grandilocuentes ejemplos de una ciudad caracterizada por sus coloridas y angostas casas céntricas de dos plantas, dispuestas una junto a la otra vendiendo waffles, cervezas y los mundialmente conocidos chocolates belgas. En algún lugar de Europa, entre la pulcritud berlinesa y las playas mediterráneas, entre los café parisinos, la cordialidad inglesa y las nieves suizas se emplaza un lugar donde una lengua romance casi extinta como el flamenco persiste y sus condiciones de vida, con sus barrios dispares, su simpleza urbanística y la naturalidad de su gente me hicieron sentir en algún punto entre calle San Diego y Agustinas, en el corazón de Santiago de Chile, donde la fealdad y la belleza caminan de la mano, donde los murales se confunden con garabatos y viceversa, y las avenidas son reducidas a callecitas sin aviso ni mucho planeamiento, y donde la gente se mueve entre el gris y el color. Chile, a nivel macroeconómico se parece muchísimo a Bélgica. Una economía pequeña en constante expansión donde el turismo parece ser el norte más seguro para invertir como industria en el futuro, donde los barrios son dramáticamente desiguales en su forma y su fondo, y donde la inmigración va en aumento con sus riquezas y desafíos. Afortunada o desafortunadamente, sólo el tiempo dirá, la gran diferencia (o la más importante) entre ambas naciones estriba en que su capital Bruselas está anclada al corazón de Europa, y sus poderosos vecinos la consideran lo suficientemente neutral como para disponer de la sede de la Unión Europea entre sus calles y tiendas; Santiago en otro tanto, vilipendiada y desdeñada por más de alguna nación vecina, sigue siendo un reducto occidental camino al fin del mundo. Allá donde lo internacional se consume por televisión y el turismo no pasa de ser un ejercicio digital, la sureña capital aislada entre desierto y cordillera, océano y Antártida, se sigue pretendiendo como un híbrido entre el sueño americano y el ejemplo europeo de modernidad y tradición, mintiéndose a sí misma mientras perdura incapaz de verse al espejo y reconocer y aceptar sus diferencias. Santiago, donde hay barrios en los cuales parece uno estar caminando por algún lugar de Europa hasta que un conductor impertinente nos recuerda que por las calles chilenas hay que andar con cuidado; Bruselas, donde más de algún rincón parece capital sudamericana hasta que nos da por probar un chocolate y su sabor nos recuerda que han sido ellos los que han refinado la técnica sobre un producto originario de las Américas, y que sin embargo nos venden y compramos con gusto, como el cobre, el tabaco y cuantas cosas más.



Atomium – Brussels

Fotografía/Photo por/by David Lethei

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