FALL IN AUTUMN
540 days off season
entry 11 – Lothian
Una brisa suave, fría y refrescante me
despierta antes del amanecer. En algún punto de la costa junto a Linne Foirthe
me veo rodeado de mis compañeros montaraces en lo que ha sido el más largo de
los viajes. Desde nuestra villa junto a las grandes aguas; tras cruzar An Caol
Artach, hemos viajado a tierras cada vez más cálidas en busca de aquello que
nos fuera arrebatado, aunando clanes a la marcha y apurando el tranco a medida
que cae el sol. Una brisa suave, fría y dolorosa nos va despertando uno a uno,
la luz se asoma desde el mar al este, iluminando las mil colinas y verdes
hondonadas que en Alba abundan. Unas cuantas horas adelante, Lothian nos espera
con Haggis recién cocinadas, junto a sus neeps y sus tatties y una buena mujer
para recuperar el calor perdido en los gélidos páramos de Caledonia. Luego,
hemos de retomar la marcha en dirección al sur. Pasando por Britannia en camino
a Hibernia, recogeremos las migas que nos llevarán a destino, por sobre los
lagos y las nevadas montañas, a través de los estrechos y la miríada de islas;
la música resonará en nuestros oídos, recordando las veladas in Arcaibh, junto al
hogar, donde el fuego no se extingue aún en la noche más obscura. Una brisa
roja despierta a Wallace en la mitad del campamento. Cientos de heridos y
cuerpos en descomposición se acumulan a su alrededor mientras él aún siente el
aroma de su mujer en sus manos desnudas. La noche y el sueño los ha reunido
nuevamente llevándolos más allá de las fronteras de Escocia. Allá donde el
pasado y el futuro se unen y no existe la opresión de la sangre ni la bota
extranjera. Allá donde pueden cabalgar juntos por entre los espesos bosques de
Lanrik y bañarse en las frías aguas del Cluaidh, allá donde los ingleses
invasores no los pueden alcanzar ni separar. El guardián de Escocia despierta
intoxicado en tanta belleza, pero a su lado no está Marian sino su espada,
aguardando paciente por nuevos cuerpos ingleses que rebanar tras verse
derrotados en Falkirk, mientras una multitud de lamentos le rodea recordándole
que debe continuar. Edward I no descansará hasta ver a Wallace y a sus huestes
pudriéndose en una pica, salpicando los campos de las Midlands con la sangre de
los herederos de Boudica. Las altas
tierras escocesas parecen lejanas en su memoria, así también el rastro antiguo
de los Celtas cuyo linaje preservan, la búsqueda por la independencia debe
continuar a pesar del horror, a pesar del cansancio, el hambre y la brutalidad;
a pesar de la nostalgia enorme del hogar más allá de las colinas. Una brisa
fría y vespertina me recubre mientras se van apagando mis sentidos. Me duermo.
Han sido tres largos días de exploración y asombro por las calles de Edinburgo.
Luego de viajar 677 kilómetros desde Southampton en dirección al norte, y tras
pasar la campiña inglesa y el distrito
de los lagos, arribamos a la ancestral ciudad en el corazón de Midlothian,
alguna vez conocida como Dùn Èideann.
La “Atenas de Europa” como le llaman los viajeros, nos recibe con los brazos
abiertos; la galería de monumentos en Calton Hill o la atalaya que representa
el Arthur´s Seat, gobiernan la ciudad y permiten al viajero contemplarla de
punta a cabo tras hacer el esfuerzo de seguir sus escaleras de piedra hasta la
cima. Desde ahí se pueden apreciar el Scott Monument, sus numerosos museos,
iglesias y parroquias, el Princess Street Gardens, los edificios de The
Scotsman, The Balmoral y The Caledonian y, por supuesto, el imponente Castillo
de Edinburgo, dispuesto sobre una columna de piedra maciza en el corazón de la
ciudad. Edinburgo; ciudad de fantasmas, secretos y catacumbas; ciudad de
callejuelas, pasajes pintorescos, góticos reductos y greco-romanos diseños, se
extiende en torno al promontorio principal, siendo flanqueada por sendos cerros
y por el septentrional estuario de Forth, donde las aguas del Mar del Norte
penetran en la tierra y deben ser cruzadas por los acorazados puentes que
conectan Queensferry con Perth y el resto de las Highlands. Edinburgo; ciudad
que me maravilla y que luego de tres días de recorrerla de punta a cabo y de
alba a madrugada me hace sentir cierta nostalgia al momento de la partida.
Parto de vuelta al sur, hacia la costa jurásica y Southampton, con la sensación
de dejar algo tras de mí, un trozo de vida pasada o futura que me oprime
levemente el centro del pecho, como si hubiese vivido en sus calles toda una
vida y algo en ellas me fuere a extrañar. El bus se interna nuevamente en la
campiña inglesa mientras la noche todo lo recubre. Son las 6 de la tarde; para
amenizar el viaje se proyecta “Braveheart” y se bajan las luces. Algunos se
acomodan para verla por enésima vez mientras otros se disponen a dormir para
recuperar las fuerzas. Yo sólo puedo atinar a recordar el sonido de las gaitas
en las calles de Edinburgo, y sonreír.
Arthur´s Seat – Edinburgh
Fotografía/Photo por/by David Lethei