Bitácora poético/cletera...que es lo mismo ni es igual
Journal for poetry and cycling lovers ...that is the same yet it's not equal

domingo, 27 de noviembre de 2016

Fall in Autumn - 11th entry -

FALL IN AUTUMN
                 540 days off season


entry 11  Lothian

                      Una brisa suave, fría y refrescante me despierta antes del amanecer. En algún punto de la costa junto a Linne Foirthe me veo rodeado de mis compañeros montaraces en lo que ha sido el más largo de los viajes. Desde nuestra villa junto a las grandes aguas; tras cruzar An Caol Artach, hemos viajado a tierras cada vez más cálidas en busca de aquello que nos fuera arrebatado, aunando clanes a la marcha y apurando el tranco a medida que cae el sol. Una brisa suave, fría y dolorosa nos va despertando uno a uno, la luz se asoma desde el mar al este, iluminando las mil colinas y verdes hondonadas que en Alba abundan. Unas cuantas horas adelante, Lothian nos espera con Haggis recién cocinadas, junto a sus neeps y sus tatties y una buena mujer para recuperar el calor perdido en los gélidos páramos de Caledonia. Luego, hemos de retomar la marcha en dirección al sur. Pasando por Britannia en camino a Hibernia, recogeremos las migas que nos llevarán a destino, por sobre los lagos y las nevadas montañas, a través de los estrechos y la miríada de islas; la música resonará en nuestros oídos, recordando las veladas in Arcaibh, junto al hogar, donde el fuego no se extingue aún en la noche más obscura. Una brisa roja despierta a Wallace en la mitad del campamento. Cientos de heridos y cuerpos en descomposición se acumulan a su alrededor mientras él aún siente el aroma de su mujer en sus manos desnudas. La noche y el sueño los ha reunido nuevamente llevándolos más allá de las fronteras de Escocia. Allá donde el pasado y el futuro se unen y no existe la opresión de la sangre ni la bota extranjera. Allá donde pueden cabalgar juntos por entre los espesos bosques de Lanrik y bañarse en las frías aguas del Cluaidh, allá donde los ingleses invasores no los pueden alcanzar ni separar. El guardián de Escocia despierta intoxicado en tanta belleza, pero a su lado no está Marian sino su espada, aguardando paciente por nuevos cuerpos ingleses que rebanar tras verse derrotados en Falkirk, mientras una multitud de lamentos le rodea recordándole que debe continuar. Edward I no descansará hasta ver a Wallace y a sus huestes pudriéndose en una pica, salpicando los campos de las Midlands con la sangre de los herederos de Boudica.  Las altas tierras escocesas parecen lejanas en su memoria, así también el rastro antiguo de los Celtas cuyo linaje preservan, la búsqueda por la independencia debe continuar a pesar del horror, a pesar del cansancio, el hambre y la brutalidad; a pesar de la nostalgia enorme del hogar más allá de las colinas. Una brisa fría y vespertina me recubre mientras se van apagando mis sentidos. Me duermo. Han sido tres largos días de exploración y asombro por las calles de Edinburgo. Luego de viajar 677 kilómetros desde Southampton en dirección al norte, y tras pasar la campiña inglesa y el distrito de los lagos, arribamos a la ancestral ciudad en el corazón de Midlothian, alguna vez conocida como Dùn Èideann. La “Atenas de Europa” como le llaman los viajeros, nos recibe con los brazos abiertos; la galería de monumentos en Calton Hill o la atalaya que representa el Arthur´s Seat, gobiernan la ciudad y permiten al viajero contemplarla de punta a cabo tras hacer el esfuerzo de seguir sus escaleras de piedra hasta la cima. Desde ahí se pueden apreciar el Scott Monument, sus numerosos museos, iglesias y parroquias, el Princess Street Gardens, los edificios de The Scotsman, The Balmoral y The Caledonian y, por supuesto, el imponente Castillo de Edinburgo, dispuesto sobre una columna de piedra maciza en el corazón de la ciudad. Edinburgo; ciudad de fantasmas, secretos y catacumbas; ciudad de callejuelas, pasajes pintorescos, góticos reductos y greco-romanos diseños, se extiende en torno al promontorio principal, siendo flanqueada por sendos cerros y por el septentrional estuario de Forth, donde las aguas del Mar del Norte penetran en la tierra y deben ser cruzadas por los acorazados puentes que conectan Queensferry con Perth y el resto de las Highlands. Edinburgo; ciudad que me maravilla y que luego de tres días de recorrerla de punta a cabo y de alba a madrugada me hace sentir cierta nostalgia al momento de la partida. Parto de vuelta al sur, hacia la costa jurásica y Southampton, con la sensación de dejar algo tras de mí, un trozo de vida pasada o futura que me oprime levemente el centro del pecho, como si hubiese vivido en sus calles toda una vida y algo en ellas me fuere a extrañar. El bus se interna nuevamente en la campiña inglesa mientras la noche todo lo recubre. Son las 6 de la tarde; para amenizar el viaje se proyecta “Braveheart” y se bajan las luces. Algunos se acomodan para verla por enésima vez mientras otros se disponen a dormir para recuperar las fuerzas. Yo sólo puedo atinar a recordar el sonido de las gaitas en las calles de Edinburgo, y sonreír.




Arthur´s Seat – Edinburgh

Fotografía/Photo por/by David Lethei

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