FALL IN AUTUMN
540 days off season
entry 12 Part I – Cymru
(Into Wales and back)
Eran las 7 de la tarde. La noche había caído
hacía rato en Cymru y yo hacía guardia al tren que me llevaría de vuelta a Chester.
La pintoresca estación de trenes, un imán para los viajeros y turistas en la no menos pintoresca villa de Llanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllantysiliogogogoch, me albergaba hacía ya una hora y la temperatura había disminuido
considerablemente. Sin nadie más en la estación que este pobre peregrino, me
preguntaba si de hecho alguien tomaba el tren desde allí en algún momento del
día, tomando en cuenta que del largo rato que llevaba deambulando por el lugar
no había logrado atisbar alma alguna en la terminal, además obviamente de los frecuentes
viajeros y turistas ávidos por sacarse una foto junto al letrero con el sui
generis nombre de aquel lugar perdido en la entrada a la isla de Anglesey. Con
no menos frío la noche anterior había llegado desde Southampton tras un largo
viaje de 8 horas en bus hasta Chester, ubicada en la frontera norte entre
Inglaterra y Gales. Desde ahí, tras recorrer sus calles desiertas unas horas
antes del alba, había tomado el tren hasta Bangor, en la costa oeste de la
montañosa región; un viaje soñado junto a la orilla norte de Gales que me
llevaría sobre el riel junto a las aguas del mar de Irlanda permitiéndome divisar
a la distancia el puerto de Liverpool y la Isla de Man. Las luces del amanecer
me acompañarían hasta descender del tren para rápidamente abordar un bus local
hacia Caernarfon, mi primer destino oficial como parte de la travesía. En
Caernarfon había nacido Edward II, infame hijo de Edward “Longshanks”
igualmente infame por aplicar su brutalidad acostumbrada sobre Wallace y los
Scots durante las guerras de independencia de Escocia. En Caernarfon uno podía
hallar la magnificencia de su castillo medieval y atisbar a la distancia tanto
a Anglesey por el oeste como al parque nacional de Snowdonia, con el pico más alto de toda Gales, el Snowdon, asomando la vista
por sobre las nubes con sus 1085 metros de altura. Yr Wyddfa, como se le denomina en galés, se
alza como una atalaya en el extremo noroeste de Eryri, el nombre original del parque de 2.130
km cuadrados que me había hecho llegar hasta ahí en primer lugar. En
Caernarfon, como en toda Gales, se podía oír a la gente charlando
indistintamente en inglés o en galés, siendo dicha nación uno de los pocos
lugares donde aún se mantiene viva la tradición y lengua de las culturas celtas
de la Edad del Hierro. En Caernarfon me maravillaría con sus altos muros de
piedra y sus vistas hacia el estrecho de Menai, aquel que separa Gales de la
isla de Anglesey y que alguna vez el capitán Cook refiriese como el más
peligroso entre los que le había tocado navegar. Caernarfon, pequeña villa con
sabor a medioevo desde donde partiría de vuelta a Bangor, esta vez para
explorarlo a cabalidad. Ahí, a diferencia de en Caernarfon, podría hallar una
activa calle comercial, abundante en opciones tanto en artesanía local como en
productos de producción masiva, activa vida universitaria dada la Universidad
de Bangor emplazada en las alturas sobre el pueblo, además de un atractivo
muelle abriéndose paso sobre las aguas del estrecho. Desde su extremo y al
girar la cabeza, uno podía apreciar la belleza de las montañas nevadas de
Eryri, coronando imponentes las alturas sobre Bangor junto a las aguas que
rodean Gales por el norte. Un artesano local me enseñaría ahí que Wales (el
nombre de Gales en inglés) era, si bien el nombre por el cual el país era
internacionalmente conocido, no precisamente el más apreciado por los locales. Wales refiere en su acepción original al
extranjero, a aquel que es un desconocido, mientras que su gente llama a sus
tierras Cymru, que en galés significa amigo, un término mucho más apropiado
para estas inmemoriales tierras habitadas por granjeros, pastores y amantes de
las ovejas desde mucho antes de la llegada de los romanos a Gran Bretaña. Desde
Bangor y antes de caer la tarde, me dirigiría hasta el puente colgante sobre el
Menai en dirección a la villa con el nombre más largo en todo el Reino Unido,
desde donde se prometía pasaría un tren a eso de las 7 que me llevaría de
vuelta a Chester. Diez minutos después de la hora acordada, las luces del
expreso me sacudirían la escarcha a esas alturas depositada en todos los
rincones. Me dolían los pies, tenía hambre, frío y ganas de estar en casa, pero
no precisamente en Santiago de vuelta en Chile, sino en algún lugar perdido en
el corazón de Eryri, junto a las montañas, los bosques y el fuego de un hogar
galés.
Caernarfon Castle – Caernarfon
Fotografía/Photo por/by David Lethei
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