FALL IN AUTUMN
540 days off season
entry 13 – International
Bus (or Chasing Autumn)
203 días antes de llegar a
Southampton, cuando el otoño en el hemisferio sur comenzaba a hacer caer las
hojas y los calores del verano ya iban en franca retirada, yo debía decidir si
postularía para viajar hacia Estados Unidos, Australia, Canadá o el Reino
Unido. Dejando de lado los parámetros académicos de la respectiva institución
de destino a la que eventualmente sería adscrito, mi inclinación natural
siempre había sido hacia Inglaterra. Más allá de por criterios mercantilistas
y/o publicitarios, de esos que nos venden para preferir una opción a otra, mi
criterio principal para tomar dicha decisión sería la cuasi certera posibilidad
de hallar en Gran Bretaña una amplia variedad de nacionalidades distintas con
las que compartir, de las que aprender, y a las que enseñar. No me equivocaría.
Ya fuere por su cercanía con Europa, el ser parte del llamado “Primer Mundo”, o
su inflado prestigio internacional en materia académica, Inglaterra goza de ser
uno de los principales destinos para el desarrollo académico de muchos
estudiantes provenientes de las más diversas latitudes. Además de la enorme presencia extranjera ya
residente en el sur del país, que comprende nacionalidades tan disímiles como
la turca, la indonesia o la brasileña, Southampton, en su calidad de ciudad
universitaria, recibe miles de estudiantes extranjeros cada semestre, los
cuales enriquecen con sus respectivas culturas el patrimonio cultural local y
viceversa. Es así como, ya fuere en un cotidiano viaje en alguno de los buses
locales que conectan los distintos barrios con el campus principal, como en algún
seminario, clase teórica o sociedad estudiantil, uno puede hallarse
compartiendo con personas provenientes de Japón, Polonia, Marruecos o Ecuador,
por nombrar sólo algunos en un variadísimo espectro. Este bus internacional que
nos ha llevado a desplazarnos cientos de miles de kilómetros bajo ideales
comunes de integración y aceptación, nos ha llevado a mí y a Danielle hasta
Bristol, a recorrer sus calles mientras interactuamos sobre su cultura alemana
y la mía chilena. Me ha permitido conocer los paisajes de Bangladesh viajando a
Bath junto a Arefin, y las peculiaridades históricas de India junto a Attman
mientras subíamos el Arthur´s Seat en Edinburgo. Me ha conectado a Hasan con quien,
hablando de la inoperancia de los jugadores del Inter, también hemos podido
lidiar con las vicisitudes de su hereda paquistaní; y me ha permitido ofrecerle
mi hombro a la portuguesa Mariana, cansada en su regreso a Portsmouth luego del
matutino viaje que nos llevare a Windsor. Hemos podido compartir hasta la
madrugada en torno a un juego de cartas, riéndonos en el mismo idioma con la
rusa Milena y el ucraniano Yurii, y subir y bajar los acantilados de la Isle of
Wight con el malasio Eugene. Yifan nos ha compartido sus galletas chinas
mientras planeábamos una presentación sobre Vygotsky, y la griega Giota nos ha
hecho probar su mano repostera a mí y mis compañeros de piso. Desde Hungría
Csenge nos ha compartido su gusto por “Game of Thrones” y las montañas que la
esperan en casa, y desde Kenia Chinwe nos ha regalado más de una sonrisa al
pasar. Un bus internacional que nos ha llevado a compartir con Paloma, natural
de España, y con Alessa, directo desde Italia y hasta el corazón de Escocia. Y
por supuesto Linus, James y Arshad, y la multitud de otros jóvenes ingleses
dispuestos a tender la mano como lo haría Abbie al ayudarme con la lavandería
cuando la ropa sucia se acumulaba en el canasto. 100 días después de llegar a
Southampton, el otoño que he ido persiguiendo desde el hemisferio sur al
hemisferio norte me ha brindado la compañía de muchísimos nombres, historias y
lenguas. Un bus internacional con el cual no sólo hemos podido viajar sino
también hacer viajar a otros, maravillados ante mis relatos sobre Rapa Nui, el
desierto de Atacama, la Patagonia y el mote con huesillos. Un abanico de
historias que me acompañará cuando ya haya huido del advenimiento de la
primavera en Inglaterra, en pos de los fríos recién nacientes en el hemisferio
sur en lo que habrá sido el viaje y el otoño más largos de mi vida; 540 días fuera de
estación donde las doradas hojas no habrán parado de caer, y las hermosas
experiencias no habrán dejado de brotar.
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