FALL IN AUTUMN
540 days off season
entry 12 Part II – Cymru (Into Wales and back)
Sus
ojos titilaban en la noche. Titilaban entre las luces de Liverpool y los
sabores de Bari. Sus ojos titilaban dentro de mí. Titilaban entre el frío y la
noche en Chester, aguardando el bus mientras se congelaba el pasamano. Sus ojos
titilaban a la distancia. Tras pasar una reparadora noche en Chester, ese
domingo me levanté ansioso ante lo que se avenía. Ya había recorrido por mi
cuenta la costa oeste de Cymru y el día prometía una nueva aventura
internándose junto a un grupo de desconocidos hasta el corazón de Snowdonia.
Tras recorrer los vestigios dejados por los romanos en la ciudad, iluminados grácilmente
por las luces de la mañana, me dirigí presuroso hasta el punto de reunión
acordado. Me había inscrito en un grupo turístico y nos llevarían en una van
por aquellos lugares que no había recorrido el día anterior. Fue así que me
encontré con un cuarteto de chicas de Suiza, dos parejas francesas y un trío
compuesto por dos italianas y una polaca. Y por supuesto con Frank, nuestro
guía de turno. Tras pasar los saludos de rigor nos dirigimos hasta Llandudno,
un balneario victoriano adornado con estatuas de las creaciones de Lewis Carroll,
poseedor de un hermoso muelle pintado de blanco, y coronado con un gran
promontorio desde el cual se puede apreciar toda la localidad e incluso más
allá, alcanzando la vista hasta Anglesey, Liverpool y por supuesto, las grandes
alturas de Eryri. Desde ahí enfilamos hacia Conwy, pequeño pueblo poseedor de
unos de los mejor conservados castillos medievales de toda Gran Bretaña, hogar
alguna vez de Edward I y bastión de su poderío en la región durante las guerras
de independencia. Además, destaca por los muros que protegen al pequeño pueblo,
los cuales es factible recorrer pudiéndose apreciar desde la distancia tanto la
imponencia de la construcción medieval como la belleza de la desembocadura del
río Conwy. Conwy cuenta además con la casa más pequeña de toda Gran Bretaña,
parte de los encantos de esta villa medieval patrimonio de la Humanidad. Tras
dejarlo atrás, y tras pasar la antigua villa minera de Bethesda, nuestro
variopinto grupo se dirigió hacia el sur, adentrándonos por fin en el sinuoso
valle entre las montañas de Snowdonia, recorriendo “The long and winding road”
como es conocida la ruta principal por sus sinuosos recovecos y serpenteante
trazado, hasta llegar a Pont Pen-y-benglog junto al lago Ogwen. Ahí pudimos
apreciar los esteros, cascadas y riachuelos que descienden desde las altas
cimas en su camino al mar, flanqueados de lado a lado por las altas montañas
nevadas de Gales con su característico gris pedregoso producto de milenarias
glaciaciones. Más adelante, los valles cafés, amarillos y rojizos dan paso a
verdes explanadas y lagunas, abrazadas por tupidos bosques y escasos
asentamientos. Entre ellos, nos detuvimos en Betws-y-Coed, donde las calles
olorosas a leña se adornan para los turistas con tiendas de souvenirs además de
emporios donde ataviarse para el montañismo. La luz, ya haciéndose escasa, nos
hizo apurar el tranco (o el motor para el caso) en dirección este hacia el antiguo
acueducto de Pontcysyllte, el cual
cruzando sobre las aguas del río Dee, permite la navegación y el recorrido a
pie. La moribunda luz de la tarde nos regalaría entonces una última mirada
sobre los picos de Eryri, de donde nacen las aguas que alimentan las fértiles
tierras de Cymru y su pueblo ancestral. Engolosinados de tanto paisaje y ya
entregados al divertimento, el variopinto grupo terminó de contar los millones
de ovejas blancas y negras generosamente repartidas por los campos y trató de
enunciar las últimas palabras de despedida en galés; Hwyl Cymru (adiós Cymru) y
por supuesto, la impronunciable Llanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllantysiliogogogoch
la cual nadie pudo atinar a decir. Al llegar a Chester y viendo que algunos del
grupo serían llevados hasta Liverpool tomé la intempestiva decisión de irme con
ellos. Tenía pasajes de regreso a medianoche desde Chester, y aun cuando ya la
noche era cerrada, apenas las 5 de la tarde era lo que marcaban los relojes. Ya
habiendo recorrido Chester los días previos, y completamente entregado a un
impulso, me dejé caer por Liverpool sin mapa ni preparación alguna, muchísimo
menos boleto de regreso hasta donde debía tomar el bus de vuelta a Southampton.
Tenía 6 horas para descubrir lo que me trajera el destino o la casualidad, y
para encontrar la manera de regresar a tiempo. Las luces de Liverpool titilaban
y bullía la vida en torno a sus calles y muelles. Las luces titilaban y sus
ojos titilaban dentro mío.
Snowdonia
Mountains – Eryri
Fotografía/Photo
por/by David Lethei
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