Bitácora poético/cletera...que es lo mismo ni es igual
Journal for poetry and cycling lovers ...that is the same yet it's not equal

lunes, 21 de noviembre de 2016

Fall in Autumn - 10th entry -

FALL IN AUTUMN
                     540 days off season


entry 10  Islands

               La embarcación se movía lentamente abriéndose paso entre las aguas que separaban la isla del continente. La misma intensa lluvia que nos había encontrado en lo más alto de la Isle of Wight hacía tan sólo un par de horas, ahora arreciaba sobre la cubierta del ferry que nos llevaría de vuelta al muelle de Lymington, desde dónde habíamos zarpado hacia la isla cuando apenas despuntaba el sol. Había sido un largo día de subidas y bajadas, siguiendo los senderos que recorren la costa oeste de aquel enorme pedazo de tierra que sirve de barrera contra los vientos del Atlántico. Los alrededor de 50 caminantes que conformábamos el grupo habíamos, cada uno a su particular ritmo, logrado caminar durante las siete horas que requería la ruta trazada por los guías. Una ruta que nos llevaría desde Yarmouth, siguiendo las orillas del Solent y atravesando bosques, subiendo colinas y circundando bahía tras bahía, hasta regresar al punto de origen a la hora en que se pone el sol. A 11 mil y tantos kilómetros de distancia de allí, y 150 días antes de la travesía a través del Solent, los fríos  vientos del canal de Chacao me daban la bienvenida a Chiloé. Habiendo viajado las 13 horas que toma la ruta Santiago-Puerto Montt en bus, y luego de abordar el transbordador en Pargua, finalmente estábamos cruzando en pos de nuestro destino final, Castro. Enormes masas de grises nubes se abrían a ratos dejando pasar sendos y tímidos rayos de sol que no calentaban a nadie. Con las orejas y las manos frías, pasaba revista en mi memoria a la innumerable riqueza vegetal que había hallado en los bosques de Valdivia, los de Temuco y en todos los secretos rincones que guarda el seno de Reloncaví. Así también a la calidad y calidez de su gente, al aroma de sus preparaciones, el ritmo de su hablar. Ha de haber algo especial en aquello. La gente en la Isle of Wight es distinta a aquellos de la Mainland. Los chilotes son distintos de los chilenos continentales. Los británicos son distintos del resto de los europeos. ¿Qué habrá en esto de ser isleño, que forma el carácter, el tono y el trato de manera tan particular? El acto cotidiano de cruzar tal vez. Ese acto casi místico que implica el zarpar, partir de la seguridad que brinda la tierra para aventurarse a cruzar los canales en busca del hogar; la isla, la sensación de refugio que brinda un aislamiento voluntario, el recelo de lo privado, lo secreto, el tesoro en el corazón de una tierra que pareciese destinada a zarpar un día, para internarse en las profundidades de un horizonte aún por descubrir. Los que han cruzado hacia la isla saben de los cuarenta minutos de prístino azul, de los nubarrones lejanos y de esa sensación a fin de mundo que acompaña al Chile austral donde fuere que uno vaya. Las abundantes masas de agua que desembocan en el Pacífico y que sólo pueden hallarse más allá de la zona huasa, donde la distancia y el frío permiten la acumulación del vital recurso, que cae como un regalo por doquier inervando los campos, las verdes extensiones que cobijan los misterios de una isla perdida en una suerte de deriva mitológica. Cruzar a Chiloé y visitarlo no es sólo un acto romántico, la culminación de todo viaje por el centro-sur de Chile para cualquier viajero que se precie de tal, es también hacerse parte de su mesa, su tradición e historia, su gente y su música. Arrayán, Tepa, Canelo y Laurel extienden sus raíces por los húmedos senderos que conforman la isla, aromatizando con sus hojas las pisadas de los incansables viajeros en busca de los más insondables parajes. Así también lo hacen los morales silvestres, penetrando tierra adentro a la espera de la recolección anual para la preparación de mermeladas. El viento, el frío y el verdor que corona los misterios de la Isla de los Brujos en el confín del mundo, allá donde aún permanecen algunas reliquias de la conquista española como los fuertes de San Antonio y San Carlos en Ancud. Estas vistas, esos sabores y aromas eran los que me acompañarían mientras dejaba mis pisadas en pos de contemplar Fort Albert desde la distancia. Las bahías australes en relación a las que tenía ante mí: Alum, Colwell y Totland Bay. El laurel creciendo junto a los caminos así como las negras moras en Inglaterra denominadas blackberries pero que con las cuales prepararían exquisitas mermeladas que me evocarían el sur del mundo. Llenarían nuestras retinas así como nuestras cámaras fotográficas las escarpadas y blancas paredes que dan forma a The Needles, así como las enormes formaciones rocosas en Freshwater Bay. Recorrer la Isle of Wight, a campo traviesa, siguiendo la ruta del río Yar hasta su desembocadura, expuestos al incierto clima de Inglaterra y a las bandadas de aves que coronarían un espectáculo visual que nos acompañaría a casa mientras estirábamos las piernas en el cruce de regreso. Teníamos aún la poderosa fuerza del viento y la lluvia impregnadas en los huesos de cuando habíamos alcanzado el Tennyson Monument, en las alturas de la Isle of Wight, ahí donde se puede apreciar el Solent y el Atlántico en una sola mirada.





Alum Bay – Isle of Wight

Fotografía/Photo por/by David Lethei

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